El duelo es la reacción normal ante cualquier pérdida

La muerte de un ser querido es una de las situaciones más duras que tiene que enfrentar un ser humano. El duelo no es una enfermedad. La enfermedad sería no hacerlo.  El duelo es doloroso, y no podemos hacer nada para evitarlo. No hay atajos, no hay una varita mágica.

Estamos preparados psicológicamente para enfrentar pérdidas

La vida es una sucesión continua de pequeñas y grandes pérdidas. Estamos pues acostumbrados desde que nacemos a hacer duelos y adaptarnos a todos estos cambios.

Antes que nosotros, millones de seres humanos han enfrentado la muerte de sus seres queridos: hijos, parejas, hermanos, hijos… El hecho de saberlo, no hace que duela menos, pero nos dice que estamos preparados para adaptarnos adecuadamente a estas situaciones por duras que sean.

Todos los duelos no son iguales

Aunque el proceso de duelo se pone en marcha de manera natural en todas las personas, hay situaciones que pueden hacer más difícil, más duro, más largo el camino de la recuperación.

Cómo fue la muerte. No es lo mismo una muerte esperada a la que nos hemos ido preparando, que una muerte repentina. Y si la muerte es inesperada, no es lo mismo que la causa sea una enfermedad, por ejemplo, un infarto, que algo traumático o violento cómo un accidente. Todavía será más difícil si ha sido por un suicidio o como consecuencia de un asesinato…
Cómo era mi relación con la persona fallecida. Qué era esa persona para mí, qué me daba, cómo de intensa era la unión. Tampoco será lo mismo si nuestra relación fue tranquila, serena, armoniosa. O, por el contrario, fue más bien difícil, conflictiva, ambivalente (mezcla de amor y odio), muy dependiente, etc…
A quién he perdido. No es lo mismo perder a tus padres ancianos (por doloroso que esto pueda ser) que la muerte de un hijo, especialmente si es todavía niño o adolescente… La pérdida de un hijo es posiblemente la pérdida más dolorosa que puede sufrir un ser humano.

 

Es mucho más largo de lo solemos creer

¿Cuánto tiempo va a durar esto? El duelo dura mucho más de lo que, en general, se piensa. Existe la creencia errónea de que pasado el primer año, ya tenemos que estar bien. Además suele haber cierta prisa en familiares y amigos; quieren vernos ya recuperados cuando en realidad todavía nos queda mucho por hacer. Tú misma también puedes tener prisa por ponerte bien, por dejar de sufrir, por seguir con la vida de antes… Por ejemplo, en la muerte de un hijo, podemos necesitar de 3 a 5 años. En la muerte de la pareja de 2 a 3 años. Cada duelo, como cada persona, es distinto y, por lo tanto, no todos los duelos duran lo mismo y, por ello, todos pueden ser perfectamente normales. Además, el tiempo del duelo no es indicativo de la intensidad de nuestro amor.

El duelo te cambia

No podemos tampoco pretender volver a ser otra vez los de antes: el duelo inevitablemente te cambia. Las personas que han pasado esta experiencia reconocen que el duelo les ha hecho crecer, madurar, valorar más lo que es realmente importante, salir de sí mismas, amar mejor, ser mejores personas, más sensibles y solidarias con el dolor de los demás… Y que, aunque es verdad que hayan sufrido mucho, entienden que era necesario hacer este camino.

El duelo tiene un final

Cuando estás inmerso en el dolor del duelo te parece que nunca vas a poder salir de ahí. ¿Por qué? Porque sabes que nunca vas a recuperar a tu ser querido. Pero todo lo que comienza tiene un final. De la misma manera que comenzó un día, tendrá también que terminar. Terminar no es olvidar, pasar página, abandonar al otro. Ese es el gran temor de las personas en duelo. Sino buscarle un lugar en lo más íntimo de nosotros mismos, un lugar donde la muerte no puede llegar… Un lugar donde seguir queriéndolo hasta nuestro último aliento y, al mismo tiempo, que nos permita abrirnos de nuevo a la vida.

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